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De Julio Verne

'A las seis menos cuarto, el comandante dio orden de cambiar el rumbo al cabestrante y balancear la máquina. El vapor se escapaba, silbando, por la válvula de seguridad.
El segundo oficial de abordo supervisaba la maniobra desde la proa; el ancla se levantó enseguida.
El Santa Fe se puso en marcha, saludado por los tres guardias. Y si Vázquez y sus compañeros sintieron una gran emoción al ver partir el 'aviso', la que sintieron los oficiales y los marineros no fue mucho menos profunda al dejar en esa isla del extremo de América, a sus tres hombres.
El Santa Fe, a velocidad moderada, siguió la costa que limita al noroeste con la bahía de Elgor, y no eran aún las ocho cuando se adentraba en alta mar. Una vez costeado el cabo de San Juan, se puso a todo vapor, dejando el estrecho al oeste, y en la noche cerrada, el faro del Fin del Mundo no se divisaba más que una estrella en la línea del horizonte.'

Editorial Gradifco

El faro del fin del mundo

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'A las seis menos cuarto, el comandante dio orden de cambiar el rumbo al cabestrante y balancear la máquina. El vapor se escapaba, silbando, por la válvula de seguridad.
El segundo oficial de abordo supervisaba la maniobra desde la proa; el ancla se levantó enseguida.
El Santa Fe se puso en marcha, saludado por los tres guardias. Y si Vázquez y sus compañeros sintieron una gran emoción al ver partir el 'aviso', la que sintieron los oficiales y los marineros no fue mucho menos profunda al dejar en esa isla del extremo de América, a sus tres hombres.
El Santa Fe, a velocidad moderada, siguió la costa que limita al noroeste con la bahía de Elgor, y no eran aún las ocho cuando se adentraba en alta mar. Una vez costeado el cabo de San Juan, se puso a todo vapor, dejando el estrecho al oeste, y en la noche cerrada, el faro del Fin del Mundo no se divisaba más que una estrella en la línea del horizonte.'

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